domingo, 31 de mayo de 2009

Conclusiones de la 62ª Edición de San Isidro




Ayer pudimos asistir al último capítulo de la sextugésimo segunda edición de la Feria de San Isidro que ha sido, considerada por muchos, como una de las peores ediciones jamás realizada.

A eso de las 9 de la noche del día de ayer, Iván Fandiño dio fin a su morucho Victorino y ponía fin a una feria marcada por la mediocridad. Uno que intenta escribir de la manera mejor que le es posible, a pesar de sus limitaciones, y cuya responsabilidad de escribir lo acaecido en todas las tardes que tengo ocasión de presenciar a través de la caja tonta, se le han quitado las ganas de plasmar lo sucedido en la última corrida, pues no se trata más que de una coletilla más que añadir a lo ya expuesto.

El bajo nivel del escalafón actual, unida a la falta de casta de las ganaderías en un altísimo tanto por ciento, añadida a su vez con la no presencia de carteles de mediano fuste, han hecho de esta isidrada un auténtico fiasco.

Uno que no es sospechoso de apuntarse al carro de la crítica a los carteles si en ellos no hay personas de renombre, no ha querido pronunciarse hasta estos instantes hasta ver los resultados. Y no pueden ser más paupérrimos.

El toreo se ha producido con cuentagotas, si es que en algún momento ha acaecido. Recordamos el monumental toreo a la verónica del artista más personal y genial de los coletudos actuales: Morante de la Puebla, que trajo aromas y esencias ya olvidadas por la conspicua afición venteña. Recordamos la valentía y la honradez de un pequeño puñado de toreros, entre los que se encuentra Iván Fandiño; algún que otro par de gran mérito de subalternos de lujo como pudieran ser Curro Molina y Alcalareño, y un toro de enorme bravura que lidió Daniel Luque de manera astrosa y pueblerina.

Trinunfos ninguno, orejas de regalo todas. Borregadas y gatadas a montones. Incompetencia en el palco mucha.

Es un signo de los tiempos que corre la Fiesta, donde unos cuantos mediocres se conservan en lo más alto del escalafón lidiando novilladas en plazas de tercera, y alcanzando más que discutibles triunfos ante públicos fiesteros cuyo conocimiento en materia taurina son, cuando menos, discutibles.

De este modo, y ante semejante despliegue de capacidades toreras y orejiles en plazas de nulo fuste, se sigue acrecentando la leyenda de que en Madrid es imposible triunfar porque el toro es muy grande, el público muy maleducado, y ahora mismo se torea mejor que nunca.

Sin embargo, Madrid sigue siendo la primera plaza del mundo, en una de las pocas donde sale el toro de verdad -no todas las tardes, bien es cierto-, y las orejas se conceden con mayor justicia que en la mayoría de cosos del planeta toro.

Y ya, casi ni siquiera eso.

Así que vamos apañados, como dijo aquél.

Por lo tanto, y a fuer de ser optimistas -que no lo soy, y en esto menos-, habremos de quedarnos con las verónicas dibujadas de Morante, esperar que algún torero le dejen de rondar pájaros por la cabeza, y que algunos ganaderos criadores de verdaderas reses bravas, se pongan las pilas y hagan que la Feria del Aniversario -que ahora no recuerdo de qué, aunque algo se les ocurrirá, no se preocupen ustedes-, sea diametralmente opuesto en calidad y resultados a la infame isidrada que hemos tenido que padecer todo este mes de mayo.

Que Dios, para los que crean, y utilizando el viejo aforismo taurino, reparta suerte.... y nosotros que lo veamos.

viernes, 29 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 28 de Mayo de 2009

Feria de San Isidro

Cebada, Guardiola/Encabo, Cruz, Cortés

Toros de Cebada Gago: Bien presentados. Mansos en líneas generales, duros de pezuña y descastados. De escaso juego todos salvo el tercero, noble.

Luis Miguel Encabo: Bajonazo y descabello (Silencio); Media estocada y dieciséis descabellos (Pitos).

Fernando Cruz: Pinchazo hondo, aviso y dos descabellos (Silencio); Pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos (Silencio); Media caída (Silencio).

Salvador Cortés: Fue cogido antes de matar a su primero.

Carlos G.

El día del “Monosabio”

La tarde iba para petardo insufrible, no había nada que echarse a la boca entre semejante descalzaperros, hasta que salió la oronda figura del Monosabio. Qué cosas tiene este mundo.

Si alguien vino hoy a la plaza con la intención de ver torear o ver toros de gran juego y bravura, cometió un terrible error, pues lo que procedía era quedarse en una terraza de los alrededores del coso y tomarse unas cañas viendo pasar tanto modelito. Sin embargo, como algunos no aprendemos, y otros nos siguen en semejante dislate, preferimos meternos en la dura piedra, ver seis bichos con cuernos cuya belleza es más bien discutible, y sólo nos queda el consuelo de ver algún que otro atisbo de luminosidad corporal. Y no se crean ustedes, que haberlos los hay. Y para ello ya se encargan los señores de la televisión de enfocar a cuanta señorita de buen ver aparece por los tendidos.

Pero como esto trata de contar lo acaecido en la plaza, dentro de la arena a poder ser, hemos de ceñirnos estrictamente a los hechos…. Y éstos son que no pasó absolutamente nada, salvo que nos queríamos ir pitando.

Una insufrible mansada de Cebada Gago que no cumplió en ninguno de los tercios de la lidia, ni intención que tenían de ello según se plantaban con sus buidas cornamentas en el albero venteño.
Ante semejante ganado bastante tuvieron los diestros con salir ilesos, y más teniendo en cuenta que las intenciones de los bichos eran las de partirles en dos o en irse de paseo por las tablas, pues debe ser que esperaban encontrar allí a la vaquita que les quita el sentido a los muy golfos.

Luis Miguel Encabo estuvo tan profesional y serio como desafortunado con banderillas y aceros; pues ni con los palos ejecutó las suerte con ceñimiento ni arrojo, y con los aceros perpetró bajonazos de juzgado de guardia y con el descabello por poco le hace un colador al mal bicho en el pescuezo. Otra vez será.

Fernando Cruz estuvo sólido y entregado con un ganado compuesto por mulos insufribles a los que practicarles el toreo moderno era poco menos que imposible. Una verdadera mala suerte la de este muchacho, pues sabe torear y para la única vez que llega a su plaza, le echan a los leones. Así le agradecen su entrega y ganado respeto del público venteño.

Resulta curioso que este tipo de moruchadas, peligrosas y con pocos visos para el triunfo, se las endilguen a los menos afortunados, que suelen ser las más veces los más profesionales e íntegros.
En cambio las figuras deben tener un convenio firmado con Norit, pues borregos no les faltan nunca en el coleto, y hacen el ridículo más espantoso. Así de injustas son las cosas.

Salvador Cortés se llevó la peor parte de la tarde, pues tras torear largo y templado por el lado derecho al único toro aprovechable, perdió fuelle su labor, quizá, por su falta de experiencia. La faena se le venía abajo y trató de remontarla, justo en el momento en que tuvo un descuido y el toro le empitonó por el muslo y le mandó para la enfermería. Una feria llena de desgracias ésta que estamos viviendo. Le deseamos una rápida recuperación al muchacho, pues ha demostrado que vergüenza le sobra y ha dado la cara en Madrid con una corrida de toros con toda la barba. Otros no pueden decir lo mismo y les componen poemas.

Pero lo que queda de semejante desaguisado es la intervención del monosabio en el quinto de la tarde, un torazo de impresionante trapío que mandó a por tabaco al picador de un topetazo contra el caballo. Derribado el jinete, quedó el jamelgo desprotegido ante las insistentes acometidas el bovino espécimen, ante lo cual el regordete y bajito empleado tomó las riendas del equino, se mantuvo a pie firme aguantando las tarascadas del bicho, y se llevó la ovación de la tarde.

Y no está nada mal el asunto, pues teniendo en cuenta que lo que quería más de uno era irse a tomar cañas haciendo fu como el gato, el reconocimiento tiene doble mérito.

miércoles, 27 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 26 de Mayo de 2009


Feria de San Isidro



Parladé, la Laguna/Leal, "El Fandi", Luque

Toros de Parladé: Bien presentados en general. Encastados y mansos la mayoría, aunque con movilidad y posibilidades. Primero y cuarto sosos. Segundo bis de La Laguna noble. Destacó el Sexto, bravo en todos los terios.

Uceda Leal: Cuatro pinchazos, estocada corta perpendicular (Silencio); Pinchazo y estocada (Silencio).

"El Fandi": Pinchazo, estocada corta atravesada, descabello (Silencio); Estocada caída (Leves pitos).

Daniel Luque: Pinchazo, estocada, y cuatro descabellos (Ovación con saludos); Estocada trasera, aviso, descabello (Oreja).

Carlos G.

El toro de la feria

Salió el que posiblemente sea el toro de la feria y su matador, que habrá creído realizar la hazaña de su vida, se lo dejó sin torear, imponiéndose el astado en todos y cada uno de los tercios a sus lidiadores.

No sorprente tal circunstancia, pues se da con relativa asiduidad el viejo dicho taurino: cuando hay toreros no hay toros, y viceversa. Algo así ocurrió en la tarde de ayer, pues la corrida, de irreprochable trapío y, en algunos casos, de gran juego, estuvo por encima de la terna a la que dejaron en evidencia, mostrando la realidad preocupante de un escalafón en el que sólo algunas veces asoma una luz para la esperanza, con aldabonazos de rutilante belleza como el realizado hace unos días por Morante de la Puebla.

Hoy, en cambio, tocaba la cruel vuelta a la realidad, donde los pegapases imponen la ley de su vulgaridad, pues para ello se entrenan con denuedo: pegar miles de pases, ninguno bueno, y que un público fiestero les regale las orejas, les saquen el hombros, y cuatro o cinco indocumentados escriban sobre ellos gloria bendita.

"El Fandi", que es un chaval que desprende simpatía, esfuerzo y condiciones atléticas como para haberse dedicado al salto de pértiga, la torería y el sentirse torero ha debido de escucharlo de soslayo, pues no cabe mayor vulgaridad metida en un terno de luces. Dos toros, dos, le salieron al granadino como para haberles hecho el toreo de filigrana, pues sus codiciosas emebestidas para mucho daban; lo único que se requería era asentar los pies en la arena, llevarlos largos y con mando, amén de efectuar tales labores con la mayor estética de la que sea uno capaz. Ésa es la teoría, bien es cierto, pues en la cruda realidad veíamos como los pobres animales, que no tenían culpa de nada, eran sometidos a artrosos trapazos corridos, con maneras de leñador del Canadá.

Luego ocurre la curiosa circunstancia de que "El Fandi" es reconocido por su labor con las banderillas, loas varias han vertido muchos escritores al respecto, y gran parte de los públicos de las plazas entran en delirio cuando este señor clava arriba los garapullos. Sin embargo, sucede que siempre lo hace a toro pasado, derrochando facultades físicas excesivas para un arte como el que nos toca, y torería y pureza son dos conceptos que le son absolutamente ajenos.

Uceda Leal es un diestro tan pulcro, puro y de acendrada torería, como de una sosedad digna de encomio. Tuvo en su haber dos mulos de carreta que más que embestir topaban, siendo imposible el lucimiento para las condiciones toreras del madrileño. Aun así estuvo digno e intentó realizar el toreo por derecho a pesar de tener la peor de las suertes en el sorteo.

Otra suerte, bien distinta, tuvo un fogoso y animoso Daniel Luque. Dos toros de bandera, sobre todo el sexto, a los que no dio un muletazo de verdarera enjundia. Y tiene su mérito, no se crean ustedes. Disposición, animosidad, tansmisión y malas maneras para con cierta parte del graderío, que le afeaban el hecho de descargar la suerte una y otra vez de manera clamorosa, no le faltaron en absoluto.

En su primero intentó realizarle el toreo tramposo ya comentado, basado en tirar de pico, alargar el brazo y ligar los pases a ritmo de noria allá penas de cómo lo efectuase, pues son éstas cosas baladís que a pegapases consumados traen sin cuidado. Al verse protestado por semejantes circunstancias, se encaró de malas maneras con parte de la plaza, y tiró de repertorio pueblerino, que consistió, en este caso, en ligar derechazos y naturales sin solución de continuidad; uno con otro, a velocidad de vértigo. La plaza dividida, entre quienes agradecían al diestro las bravuconadas, y entre quienes consideraban aquello indigno de una plaza de primera.

Con el útlimo, un torazo de 610 kilos, bravo en todos los tercios, codicioso y repetidor como pocas veces se ha visto en la feria, estuvo desbordado de principio a fin.

Cuando hay un toro en la plaza que impone la ley de su bravura, derriba caballos, se come los capotes a dentelladas -es un suponer, pues tampoco tiene uno el ojo tan fino-, suele suceder que el torero se dedica a corretear por la plaza sin saber exactamente qué hacer, así que ante tamañas disquisiciones, normalmente, optan por lo más fácil: pegar pases correteando, sin dominar y aparentando mediante bravuconadas, siempre que se lo permita el astado. Éste, por nada del mundo se lo permitió, así que Luque tiró de oficio y de rutinas, dio cientos de pases de nula calidad, y tras darle un aviso casi antes de entrar a matar, le regalaron una oreja.

Una de tantas. Ya van unas cuantas, y la gente empieza a cansarse de semejantes dispendios casqueriles.

Y sobre todo lo que no es de recibo es despojar al toro de la feria de uno de sus apéndices cuando con él se ha hecho poco menos que el ridículo.

viernes, 22 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 21 de Mayo de 2009

Feria de San IsidroJustificar a ambos lados
Domeq, Vázquez/Morante, Manzanares, Pinar

Toros de Juan Pedro Domeq: Desiguales de presentación y juego. En general flojos y aborregados. Primero y sexto nobles y boyantes. El resto muy blandos. Algunos impresentables. Tercero bis de José Vázquez soso y parado.

“Morante de la Puebla”: Cuatro pinchazos, pinchazo hondo y caído, aviso y descabello (Silencio); Pinchazo y estocada desprendida (Oreja).

José María Manzanares: Estocada (Silencio); Estocada (Ovación con saludos).

Rubén Pinar, que confirmaba la alternativa: Pinchazo hondo y caído (Silencio); Estocada corta y baja (Silencio).

Carlos G.

Lágrimas toreras

Había toreado como los ángeles con el capote a su segundo toro, la puerta grande estaba medio abierta, y todo se vino abajo en un instante, y a Morante de la Puebla se le saltaron las lágrimas por el reconocimiento del duro y exigente público de Madrid.

El tachado de inflexible y poco tolerante aficionado venteño se hizo de caramelo y pastel ante todo un dispendio de facultades toreras, a veces simplemente apuntadas; quedó tan saciado de aromas que se rompió las palmas para ovacionar en la vuelta al ruedo del diestro sevillano.

La mentira esgrimida y propagada por unos cuantos indocumentados y serviles pelotas de cuatro pegapases posturitas que mandan en el toreo –sin torear, ahí estriba la gracia-, sotienen, sin caérseles la cara de vergüenza, que en Madrid el público no es respetuoso, no atienden a los esfuerzos realizados por sus pupilos, son zafios y ordinarios, y solamente les hace falta escupir por el colmillo o hacer sus necesidades en la caliente piedra de los asientos del coso de la Calle de Alcalá. Sin embargo ha llegado un torero a carta cabal, ha hecho “así” un par de veces…y ha puesto la plaza bocabajo.

Ocurrió en el cuarto de la tarde, tras una hora interminable de pegapasismo tenaz y astroso, aunado a una impresentable e inválida recua de borregos de Juan Pedro Domeq, que estaba llevando a más de uno a cometer una locura: prenderse fuego a lo bonzo, tirarse al ruedo, beber Cruzcampo o cualquier herejía de similar jaez.

En el primero, un nobilísimo novillote que le tocó en suerte a Rubén Pinar, que confirmaba la alternativa, éste se limitó a tirar líneas una y otra vez, utilizando todos aquellos trucos que al alcance de su mano estaban. Y su mano era, una y otra vez, con reiterada maldad y pesadez, la derecha. El torito no dejaba de embestir y el torero de pegar pases; muy malos y tramposos, pero ahí estaba cumpliendo con el trámite. Y mientras tanto, el público, a abanicarse, que era lo que se terciaba con semejante material en el ruedo.

Antes de la maravilla de toreo, brevemente apuntado por Morante, a Manzanares le tocó en suerte un marmolillo de José Vázquez, al que hubo de despenar sin poderle dar un solo muletazo, pues intentarlo hubiese sido tan complicado y estéril como ver torear en toda una feria de San Isidro. Y miren que hay tardes…

Por su parte, Morante, antes de fumarse el puro inspirador, hubo de lidiar un proyecto de cadáver que se venía abajo en cuanto se le bajaba la mano, y probó tierra reiteradamente. Hubo un par de muletazos ayudados de alta escuela y ahí quedó todo antes de emprenderla a pinchazos con el pobre bicho, que lo único que pretendía era tomar el sol. Tumbado a poder ser.

Tras finiquitarlo, el diestro sevillano se fue al callejón, se encendió un puro que parecía un pirulí, chupó con delectación, aspiró hondo, y no se sabe qué es lo que contendría el cigarro puro en sus esencias; o qué era exactamente lo que vino a inspirarle al artista, pero lo cierto es que según se hizo presente el cuarto en la arena, Morante hizo “así” con el capote, embarcándole en tres o cuatro verónicas de categoría, acompasando la embestida con todo su torero cuerpo, hundiendo el mentón en el pecho y cargando la suerte como mandan los cánones. Todo realizado con exquisito temple y un regusto propio de los creadores de arte, patrimonio propio e intransferible de orfebres del toreo, a los que la gran mayoría del escalafón actual, pegapases al uso, jamás tendrán oportunidad de entender ni alcanzar, pues está fuera de su órbita y aspiraciones vitales. Luego hubo de venir un gracioso galleo por chicuelinas acariciando la suave y floja embestida del novillote. Y el culmen a tanta torería vino de la mano de un soberano quite por verónicas y una media de perfil digna de ser pintada al óleo y ser recordada durante una buena temporada.

El triunfo era imparable, el público transido de torería y arte, la faena simplemente había que apuntarla y rubricarla…pero no había toro y sí chucho aborregado, que sólo aguantó una torera y templada tanda con la derecha, antes de quedar hecho un pasmarote y dejar en falsa alarma el posible faenón que se presagiaba. Tras un pinchazo y una estocada defectuosa, Madrid, que había visto torear después de semanas –puede ser que sean meses- con esencias que parecían olvidadas, se entregó por completo a la labor realizada, premiando con una generosa oreja que nadie protestó, pues cuando sobre el albero hay un torero que lo pisa como tal e impone su ley y su arte, no hay nada que discutir y sí mucho que paladear y disfrutar para días de ayuno artístico.

Tras la apoteosis frustrada, la tarde bien podía haberse acabado, pues a Manzanares le tocó en suerte otro borrego con tendencia a la invalidez, con el que estuvo templado y sobrado, y Rubén Pinar demostró que no aportará nada a lo ya conocido, pues tiene los mismos defectos y vicios que sus compañeros más veteranos.

Puede ser que Morante también los tenga, incluso puede acusársele de vago y frágil de moral; pero se hizo presente con el garboso capote, dio cinco pinceladas, y ahí parecía que estaba recreando su obra un paisano suyo que tiene bien ganada fama en el Olimpo de los artistas: un tal Velázquez.

Tal vez, pasados los años, todavía se recuerden aquellas lágrimas toreras de Morante por no haber podido redondear triunfo en las Ventas un día en el que el arte, después de años sin visitar este coso, se hizo presente de manera fugaz y rutilante.

Y ahí es nada.

jueves, 21 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 20 de Mayo de 2009

Feria de San Isidro

Peñajara, Torres Gallego, Gascón Martín, Pérez Tabernero/Abellán, Marín, “El Payo”

Toros de Peñajara: Mal presentados, inválidos todos ellos. Flojos y aborregados. Primero, tercero y sexto fueron devueltos al corral. Primero bis de Torres Gallego, encastado. Tercero bis de Gascón Martín inválido. Sexto bis de Pérez Tabernero noble y aborregado.

Miguel Abellán: Pinchazo y golletazo (Silencio); Estocada desprendida (Silencio); Estocada trasera y tendida y tres descabellos (Silencio).

Serafín Marín: Pinchazo, bajonazo, aviso y tres descabellos (Silencio); Estocada trasera (Silencio).

”El Payo”, que confirmaba la alternativa: Dos pinchazos, aviso, estocada (Silencio); Estocada (Vuelta al ruedo).

Carlos G.

Una pantomima

Comenzó la tarde como acabó la anterior, que es con los astados por los suelos, como viene siempre a ocurrir cuando en el ruedo pululando están las figuras del escalafón, y no cambiaría de signo la tarde.

Seguían saliendo por chiqueros novillotes inválidos para que la terna se luciese, más tales intenciones se fueron pronto al garete, pues los becerrotes preferían tomarle la medida al albero del coso venteño, que parece ser que en época primaveral está fresco y apetecible, pues tomaban tierra siempre que podían los muy brutos. Y lo hacían con desesperante reiteración; del público, de la terna, de los espectadores de todos los medios posibles, de Perico el de los Palotes…. Menos para el señor que presidiendo estaba, pues parecía que tales hechos no iban con él y prefería mirar a otro lado silbando.

Fueron para el corral tres novillotes, que debieron ser los seis titulares impresentables de Peñajara, y los sobreros no mejoraron mucho el panorama. Debe ser que tenían tendencia a padecer los mismos defectos de sus primos lejanos, y también hocicaban en cuanto les daban la menor ocasión. Y cuando no era así y sus intenciones eran las de embestir tal cual mandan los cánones, que fueron contadas, ahí estaban los señores del castoreño para tundirles los espinazos y haciéndoles la carioca para que semejantes bravuconadas pasasen pronto al olvido, pues ya se sabe que no es conveniente que el lucimiento con riesgo se produzca. Por nada del mundo, así caigan chuzos de punta y se produzca el Apocalipsis.

Tal cual ocurrió en el primero bis de la tarde, que salió en lugar de un cadáver con cuernos de Peñajara; salió con brío, ganas de comerse el mundo, llevarse a todos por delante…pero hete aquí que salió el borrico montado a caballo más los subalternos haciéndole la cobertura, para lidiarlo de astroso modo, darle para ir pasando, y dejarle listo para sentencia. No llegó a tanto pues el becerrote sacó genio y casta, permitió un interesante tercio de quites, más vistoso que de calidad, en el cual se alternaron Abellán y “El Payo” –llegaron a quitar hasta 2 veces cada uno-, ora con delantales, ora con gaoneras, ora con chicuelinas. Prometía demasiado y se quedó en eso: promesa, pues semejante casta jamás habrá encontrado el joven diestro mejicano en aquellas lejanas tierras. Mas estuvo profesional, intentó hacerle el toreo con toda la pureza de la que era capaz y si no llegó a cuajar faena debe achacársele a su inexperiencia. O por lo menos es lo que quiere pensar uno que aquí escribe.

Miguel Abellán estuvo muy dispuesto toda la tarde, e intentó por activa y por pasiva hacerles el toreo a los proyectos de momias que tenía delante, mas tales intentos se veían una y otra vez frustrados por la inválida condición de los borregos que tenía delante. Una lástima porque de verdad se le veía dispuesto al diestro madrileño. Pero uno, que de por sí es malpensado y de tal le acusan, más le hubiese valido venir a Madrid con una corrida de toros de verdad y no con una infame gatada inválida y aborregada que le deja inédito en la feria, amén de no terminarse de creer que de verdad quisiera apostar alto y triunfar por todo lo alto. Las malas decisiones son así de traicioneras, así que a quien Dios se la dé…

Serafín Marín tuvo dos chuchos de muy diferente condición: su primero, un encastado sobrero que hacía tercero, sacó genio y apuntó el barcelonés un toreo largo y poderoso en dos tandas en redondo. Sin embargo, entre la mala cabeza del diestro, sus innecesarias prisas y que el astado se le iba la vida a chorros, acabó todo en la nada más absoluta, aparte de acabar con él de una puñalada tabernaria en el mismísimo gollete, infame y digno de ser llevado ante la justicia taurómaca.

Con su segundo estuvo haciendo de enfermero, como tantas veces se vio a lo largo de esta plúmbea tarde de despropósitos. Y tales acciones, si no se realizan con un puñado de sal torera y desparramando esencias custodiadas en el arca de la más pura inspiración, uno acaba haciendo el ridículo más espantoso posible; y así es tal y como ocurrió. Lástima de toros y lástima de torero con capacidad y valentía como para darle coba a toros íntegros con toda la barba, pero que se limita a lidiar borregadas a modo. Otro que se merece lo que tiene.

Para acabar de rematar el sainete, “El Payo” lidió el único toro con posibilidades reales de alcanzar triunfo: el único medianamente aceptable de presentación; noble, encastado y con embestidas como para cortarle las orejas en cuanto se pusiese firme, bajase la mano y le llevase largo y templado. No lo hizo desde un principio, las dudas le asaltaron, amén de otros momentos de escaso temple y ligazón, y cuando quiso realizarle el toreo en corto y por derecho, el animal ya no daba más de sí y clamaba irse a tomar unas cañas –como un servidor en esos momentos, harto de inválidos y presidentes ineptos-. Porfió hasta los últimos instantes, honradez le sobraba al muchacho, mató de un estoconazo en todo lo alto –posiblemente lo único destacable de la tarde- y, ni corto ni perezoso, sin que se lo pidiese nadie, se dio una vuelta por todo el morro, ante el asombro de propios y extraños.

Quizá lo hizo porque tenía calor, la tarde había sido un auténtico despropósito, y quería darse un garbeo para saludar a las chatis que por la barrera estaban. Pero pensándolo fríamente podemos darnos cuenta, tras no mucho cavilar, que lo hizo para rematar una tarde de pantomima: de toros, presidentes ineptos, toreros mataburras y la madre que los trajo a todos, a la que desde aquí presento todas mis excusas.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 19 de Mayo de 2009

Feria de San Isidro

Cuvillo/”El Juli”, ”El Cid”, Perera

Toros de Núñez del Cuvillo: Mal presentados, alguno sin el trapío mínimo exigible en una plaza de primera. En general inválidos y aborregados. A casi todos se les simuló el segundo puyazo. El cuarto noble y flojo, el de mejor juego.

”El Juli”: Estocada trasera y tendida, descabello (Silencio); Estocada trasera y tendida y tres descabellos (Silencio).

”El Cid”: Tres pinchazos y bajonazo (Silencio); Pinchazo hondo y dos descabellos (Palmas).

Miguel Ángel Perera: Bajonazo (Silencio); Aviso, pinchazo, estocada corta y descabello (Silencio).

Carlos G.

¡Miau!

Vinieron las figuras y ya se sabe… todos los gatos salieron de sus escondrijos para ser lidiados a mayor honor y gloria de los prebostes del escalafón taurino, que no de la Fiesta en sí.

Ocurre casi siempre, y con similar resultado la mayor parte de las veces. Llegan los mandamases del toreo, se traen los toros de juguete bajo el brazo y el coso venteño se convierte en una auténtica gatada indigna de ser lidiada en una plaza de primera. Y no contentos con ello van, encima, y les da por caerse y morirse…

Algunos se llevan a engaño y con semejante treta logran convencer y crear opinión entre los menos doctos en materia taúrica, que en plena isidrada son los más. Existe un extraño convencimiento por parte de muchos aficionados, propagado por los toreros, sus representantes y sus palmeros, de que los toros se caen porque están gordos y pesan demasiado.

Qué mejor medicina que ver la realidad de los hechos, que no es otra que justo la contraria que ellos proponen: una infame becerrada, con aires gatunos, que se caía por los suelos nada más recibir los primeros lances con los capotes. Un engaño mil veces descubierto pero no por ello menos veces repetido. Y es que ya se sabe: una mentira repetida muchas veces puede convertirse en verdad, y crear opinión. Infundada, claro está, pero opinión al fin y al cabo.

El público de Madrid, al menos un gran sector del mismo, no cayó en el engaño, y coreó con rotundos “miaus” cada lance que se le daban a los pequeños felinos que por el albero iban saliendo. Y es que dársela con queso a la dura y exigente cátedra tiene su mérito, más no fue ésta la ocasión, y salieron trasquilados del envite.

“El Juli” se cuidó mucho de no meterse en demasía con sus dos piltrafas con cuernos que se caían al menor soplido, los cuidó para que llegasen frescos al tercio de muleta, mas imposible era realizarles el toreo a semejante putrescente género. Ello no fue óbice para que el madrileño se pusiera hecho un pelmazo pegapases, le tirase todas las líneas habidas y por haber, y no ligase dos pases seguidos si no era por medio del truco y el engaño, que consiste en citar con el pico y descargar la suerte constantemente. Ya está demasiado visto y el efecto novedad en él no tiene cabida. Otra vez será.

“El Cid”, que es un torero de una pieza, con semejante ganado gatuno poco o nada tiene que decir, pues su carrera está basada en el toreo auténtico realizado con el toro auténtico, con el cual ha cosechado rotundos y muy merecidos éxitos. Mas esta vez tiró por la calle del medio, se apuntó a la becerrada que traían bajo el brazo, y el tiro le salió por la culata. Con el primero estuvo ejerciendo de enfermero con la muleta a la altura de las orejas, pues cuando se le ocurría bajarla para domeñar la embestida –sic- del becerro, éste caía esmorrado en la arena. Con su segundo, un precioso gatito jabonero que sacó genio y embestidas pastueñas, no se acopló con él, pegando muchas carreras y asentando poco las zapatillas, pues la codicia del felino desbordándole estaba. Quizá por lo sorpresivo que tales ánimos surgiesen de un cuerpecito tan pequeñito y adorable como la de aquel becerrito tan lindo. Intentó el toreo al final, más era imposible, pues se acabó la gasolina del bovino especímen y hubo de abreviar.

Miguel Ángel Perera es un auténtico jabato y su estoicismo requiere de embestidas codiciosas, bravas y humillantes…justo lo contrario de lo que tuvo enfrente. Dos cadáveres con cuernos a los que realizarles el toreo de dominio y mano baja era poco menos que una quimera. Aun así, y quizá contagiado por el pegapasismo imperante del escalafón actual, estuvo hecho un pelmazo y le dieron un aviso antes de entrar a matar a su segundo, no habiendo realizado nada de mediano fuste hasta ese momento. ¿Alguien entiende semejante disparate?.

Lo único destacable de esta infame gatada fueron los dos grandes pares de Alcalareño al quinto y que en la plaza había mucha gente guapa y famosa. Monarcas inclusive.

Imagino que esperarían otra cosa de la tarde. O tal vez no, sabían a lo que iban, y por eso llevaban una sardina en el bolsillo de la americana y un platito de leche por si alguno de los seis felinos les daba por hacer arrumacos cerca de la barrera.

Eran tan monos ellos…

domingo, 17 de mayo de 2009

Dire Straits, un grupo emblemático fuera de época


Cambiando de tercio, como dice el viejo aforismo taurino, paso a hablarles de mi grupo favorito; aquél que llenó mis espectativas musicales cuando yo tenía 19 años y me llega hasta ahora, a lo mejor con menos fuerza, debido al paso del tiempo.

Dire Straits, grupo liderado en cuerpo y alma por una de las personas de mayor talento que haya pisado un escenario con una guitarra en las manos, Mark Knopfler, inició su carrera allá por el año 78, en una época en la que su música estaba totalmente fuera de lugar, con toda la eclosión del movimiento punk y lo que ello conlleva.

Dotado de un estilo personalísimo, suave, cadencioso, cuasi hipnótico, los Illsley, Withers y los hermanos Knopfler, David y Mark, sacaron al mercado una delicia para los oídos llamada Dire Straits, primer disco de la banda, y primer puñado de temazos atemporales, entre los que destaca de manera especial el himno por antonomasia del grupo británico: Sultans of swing. Es éste un disco marcado por los tonos suaves, el delicioso y cuidado sonido de la maravillosa guitarra del maestro escocés. Imprescindible de principio a fin.

Un año más tarde sacan el que para muchos de sus fans es su disco más logrado: Communiqué, muy parecido al anterior pero con una regularidad en la calidad tan apabullante, que resulta complicado decir qué tema sobresale entre tanta joya. News, Lady Writer, Single handed sailor, Where do you think you are going, Once upon a time in the west.... Obra maestra total y absoluta.

En el año 80 David Knopfler, que hacía las veces de guitarrista rítmico de la banda, deja el grupo por la mala relación con su hermano, y Dire Straits se reinventa a sí mismo con un discazo eminentemente rock, una joyaza de proporciones bíblicas en las que destacan Tunnel of love y la deliciosa Romeo and Juliet. El disco se titula Making Movies. La banda se ve modificada en su concepto, y se le añade la gran incorporación de Alan Clark que hará las veces de teclista de ahí hasta el 92, año de la desaparición del grupo.

Dos años más tarde, Knopfler se reinventa a sí mismo y saca a la luz un disco de rock sinfónico, tan alejado de los comienzos del grupo. Love over gold, con cinco canciones, una de ellas de 15 minutos -Telegraph Road-, es la representación clara y evidente de la evolución del grupo; la calidad que le permitía una versatilidad que en directo alcanzaban cotas de magnificencia absolutamente asombrosas. Y para plasmar todo esto, no hace falta más que acercarse a ver su primer disco en directo: Alchemy, posiblemente uno de los más grandes conciertos que jamás se hayan ofrecido, con versiones cuidadas, rockeras, suaves... Virtuosismo bien entendido. Rock de 24 kilates. Canciones y versiones para el recuerdo, como la de la archiconocida Sultans of Swing, con uno de los punteos de guitarra más alabados de la historia de la música. Músicos de verdadera enjundia que aportaron al grupo lo que venía pidiendo: Terry Williams a la batería, con toda su contundencia; y Alan Clark, un mago del teclado.



Tras una breve pausa vendrá su mayor éxito comercial, que no por ello su mejor disco: Brothers in arms, del año 1985, con temas tan variopintos y comerciales como Walk of life, Money for nothing, So far away y, sobre todo, la majestuosa y sobrecogedora Brothers in arms, canción antibelicista por antonomasia, y dotada de una letra y una melodía que llega a lo más hondo de uno cada vez que se escucha con atención.

La gira de ese año fue todo un éxito, Dire Straits estaban en la cresta de la ola, Knopfler era un semidios después de su etapa straitiana y sus grandes bandas sonoras: Local hero y CAL. Pese a ello, el escocés decició darse un largo descanso, que se vio interrumpido en el año 1988, cuando el mítico y recordado concierto homanaje a Nelson Mandela, con Eric Clapton haciendo las veces de segundo guitarrista del grupazo.

Cuando la leyenda estaba en lo más alto y para sorpresa de todos, Knopfler recuperó la banda en el 91, para sacar a la luz un disco muy flojo comparado con los anteriores, On every street, pero nada volvió a ser lo mismo. Ni siquiera la gira de ese año estuvo a la altura de las anteriores, pues se limitó a la simple parafernalia de las luces, el escenario lleno de músicos mercenarios contratados a base de talonario, y retocando clásicos inmarcesibles de manera un tanto artera.

Después de terminada la gira, en Zaragoza, en 1992, Knopfler disolvió el grupo y emprendió una muy irregular carrera en solitario, no alcanzando, ni le lejos, la gloria y la magnificencia que tuvo en aquella mágica década del 78 al 88.

Aun así algo queda: su música, su virtuosismo, sus conciertos, su humildad y, sobre todo, el que gentes que no vivimos de cerca aquella época dorada, le sigamos recordando como uno de los más grandes.


La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 15 de Mayo de 2009


Feria de San Isidro

Cortés/Ferrera, Tejela, Bolívar

Toros de Cortés: Bien presentados en general. Tercero y sexto de menor presencia. Encastados y mansos. Cuarto bis y quinto bravos y nobles. Muchos de ellos codiciosos.

Antonio Ferrera: Golletazo (Palmas).

Matías Tejela: Bajonazo (Palmas); Pinchazo, estocada caída (Oreja); Cuatro pinchazos, Estocada, aviso. (Silencio).

Luis Bolívar: Estocada, aviso, descabello (Silencio); Pinchazo hondo, pinchazo, media estocada, aviso (Silencio).

Carlos G.

Las dos caras de la moneda

Hubo material con cuernos, toros que eran unos tíos, bravos y codiciosos, y sólo se entretuvo en torearlos a ratos Tejela. EL resto como si viniesen a comer gallinejas por la noche en las Vistillas. La verdad es que uno no termina de entenderlo.

El taurinismo oficial, y el torerista en particular, tiene la malsana costumbre de llenarse la boca con bravocunadas del estilo de que hoy día se torea mejor que nunca; que estamos ante una época esplendorosa del toreo, que ahora hay maestros –ciruela- a porrillo, pero uno, que de por sí es receloso de casi todo, no ve más que pegapases cientos, aburridos y rutinarios.

Sucede también que cuando el resultado de la corrida no es el esperado, se echan las culpas al empedrado. Suele ser éste relacionado con la dificultad de los toros, su nula capacidad de embestir –muy discutible, como ya veremos a continuación-, o que el público es un maleducado, pues no ha tenido la decencia de rendirse a sus encantos y su buen hacer. ¡Hay que ver qué perversidad se gastan algunos!.

Esto sucede todos los días en las plazas de España, y ayer no fue diferente al resto. Salió una corrida de irreprochable trapío, con toros codiciosos, alguno de ellos francamente bravo, y los espadas, en lugar de plantarles cara, ganarles la partida mediante su buen hacer y sus artes lidiadoras, se pusieron en plan de insufribles pegapases para compensar así su falta de calidad con la cantidad, cosa que nunca fue solución a ningún problema, y menos en lo que al Arte de Cúchares se refiere.

No se tendrá en cuenta lo realizado por Ferrera, pues el hombre estuvo todo lo honrado que pudo hasta que el toro, que era un pavo de astifinos pitones, le hizo un quiebro a la salida de un derechazo, y le atravesó el muslo de parte a parte. NI siquiera se miró, aun teniendo el muslo partido y empapado en sangre. Trató de lidiarlo como buenamente pudo y lo mató de infame golletazo. Valor y entrega no puede negársele, y se le desea una pronta recuperación.

Luis Bolívar vino a confirmar que se trata de un torero con posibilidades, pero parece no tener muchas ganas en emplearlas en realizar el toreo. Sería justo decir que viene de tener una cornada hace dos días, y que ello pudo ser la causa de que desperdiciase toros de boyantía y codicia infinitas, y se limitase a realizarles un toreo rutinario, de muchas carreras, poco ajuste, y menor ejecución ceñida en los lances. Especialmente sangrante fue lo realizado en el quinto, que puede ser uno de los toros más bravos que se han visto este año en la plaza de Las Ventas; un toro que requería de firmeza, toreo hondo y mandón, y le administró eso…pero justo al revés. Como no podía ser de otro modo, y como sucede a todos los bravos, aprendió pronto, y se vio superior al espada que le había tocado en suerte, y le hizo pasar las de Caín.

Lástima de torero y de toro que se fue sin torear, como tantos otros.

Matías Tejela es un fino estilista del todo desconcertante. Puede torear como los ángeles en tandas ligadas, ceñidas y hondas como en el cuarto bis, haciendo por tanto rugir a toda la plaza; y puede convertirse en un posturitas más preocupado de mirarse en el espejo que de dominar propiamente al toro.

Con sus tres enemigos, uno de los cuales que tuvo que matar en lugar del herido Ferrera, estuvo en este plan, dependiendo de lo que cada toro le permitía o no realizar delante de ellos. Alguno de ellos, como el segundo, más soso y de menor recorrido estuvo sobrado y amanerado. Con el cuarto bis, un bravísimo ejemplar en la muleta, tuvo momentos de verdadera belleza, con dos tandas –tal vez fuesen tres- de naturales de irreprochable ejecución y hondura, que tras los correspondientes adornos con las impactantes Bernadinas, y después de bajonazo tras pinchazo, le fue concedida una oreja.

Por lo tanto, al final, hubo de todo. Tragedia y triunfo. Mediocridad y grandeza en pequeñas dosis. Las dos caras de la moneda.

Lo que es y debe ser la Fiesta, vamos.

viernes, 15 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 14 de Mayo de 2009


Feria de San Isidro



Garcigrande/Morante, Castella, Talavante

Toros de Garcigrande: Mal presentados en general, algunos abecerrados e indignos de una plaza de primera. En general sosos y mansos. El quinto noble y muy bueno en la muleta. A casi todos se les simuló el segundo puyazo.

Morante de la Puebla: Pinchazo hondo caído (Silencio); Pinchazo, media caída (Silencio).

Sebastián Castella: Estocada trasera, aviso (Oreja); Estocada caída y trasera, aviso (Oreja).

Alejandro Talavante: Bajonazo, aviso y descabello (Silencio); Pinchazo, media tendida y tarsera y descabello (Leves pitos).

Carlos G.

Casquería

Vivan los despojos se escuchaba en toda la plaza. Bueno, no es que se escuchase a nadie emitir tales palabras, sino que se sobreentiende visto lo visto.

La primera plaza del mundo convertida, por arte de magia y por parte de gentes sin ningún criterio –incluido el presidente-, en una casquería de barrio.

No es que uno tenga nada en contra de estos establecimientos, pues son a veces lugares a tener en cuenta para degustar ricos productos cárnicos tan arraigados en las costumbres del pueblo español, y en el madrileño en particular: oreja, hígados, riñones y demás despojos pueden convertirse, en manos avezadas en las artes culinarias, en auténticos manjares dignos de ser paladeados en las más exigentes mesas.

Orejas de regalo; orejas inmerecidas; orejas para aliviar tanta mediocridad es lo que concedieron a Castella por no cuajar más que un par de pases de relativo mérito en sus dos toros, lo cual viene a hablar de la ínfima calidad del escalafón actual.

En tiempos pretéritos, cuando el espectáculo era tal, los despojos no valían nada, y el público se contentaba con asistir a la lidia de los maestros, solazarse con toros bravos y fieros e íntegros, y el torero si había realizado sus labores con arte y destreza era sacado a hombros sin necesidad de contabilidades casqueriles de ningún tipo. Eran otros tiempos y era, sobre todo, otra afición.

Sin embargo ahora los fines son otros: a casi nadie le interesa lo que en la plaza sucede; aquí lo que importa es que se corten orejas, más allá de lo que el espada esté realizando sobre el ruedo. Es típico en plazas de poca categoría, de ambiente fiestero y poco exigentes, pero jamás, hasta hace relativamente poco, sucedían tales atropellos a la razón en la plaza de toros de las Ventas.
Y si a todo ello se le añade el hecho de que en el palco preside Santa Claus –no lo dice uno por su cana y bien puesta barba, sino por su incontenible necesidad de conceder premios aunque éstos no sean merecidos-.

Morante de la Puebla no tuvo su tarde, bien es cierto. El sevillano, artista reconocido y de personalidad arrebatadora, necesita de musas inspiradoras para llevar a cabo su cometido, y ayer no hubo tal. Y no sucedió, en parte, porque le tocaron en suerte dos mulos de carreta que más que embestir topaban y salían con la cara alta, desluciendo así la labor del fino diestro de la Puebla. A su primero se lo quitó de en medio en cuanto pudo, y a su segundo, un becerro impresentable, se entretuvo en sacarle tres derechazos de tal regusto, cadencia, temple y embrujo que se convirtió en lo mejor de la tarde, a distancia sideral del resto de labores. Es lo que tienen los artistas.

Más afortunado fue Sebastián Castella, que le tocaron en suerte dos borreguitos de diferente estilo. El primer borreguito salía suelto en cada lance, mientras que el segundo era un carretón al que torear a placer. Con el primero estuvo tenaz y entregado, intentando no dejar que el bicho se fuera de rositas; porfión y sobrado, y también un tanto pesado. No cuajó series de mérito, pues tampoco había material para ello. Mató a la primera y el presidente, raudo y veloz, sacó el pañuelo para conceder el primer regalo. Luego hubo de venir otro.

Con el quinto de la tarde, una chota, fue un mansazo en el caballo de aquí te espero, al que Curro Molina, posiblemene uno de los mejores hombres de plata del actual escalafón, le clavó dos pares de banderillas de verdadero mérito tas lo que hubo de destocarse, cosa que no resulta extraño ninguna tarde, pues torería le sobra y la demuestra siempre que puede, que son las más veces. Tras el tercio de banderillas, por arte de magia el toro devino en codicioso, noble y entregado, embistiendo como lo hacen los bravos, y Castella estuvo rutinario, pegando pases como quien lava, ora con el pico, ora estirado, ora no cojo la mano izquierda porque me salen granos… La faena fue larga y entregada, amén de ayuna de arte; mató a la primera y el público, transido de no se sabe qué, pidió con auténtico fervor la oreja que le permitía salir por la puerta grande. Y el presidente, que es un gran amigo, la concedió sin reservas, permitiendo al diestro francés salir a hombros.

Talavante por su parte, como ya apuntó en la Feria de Abril, se ha convertido en un pegapases absolutamente insufrible; soso hasta decir basta y sin una gota de ambición y entrega. Tuvo en suerte dos toros nobles y borreguiles a los cuales practicar el toreo de calidad y les dio pases miles, ninguno bueno, y todos deseando que acabase cuanto antes semejante calvario pegapasista. Los modernos coletudos no tienen piedad del alma del público, y ya pueden estar pegando un sainete, que como el toro siga embistiendo ellos van a lo suyo, que no es otra cosa que pegar pases, y a montones. Otra cosa bien distinta es cuál sea la calidad de los mismos.

Transcurridas dos horas de espectáculo y viendo salir al diestro galo por la puerta grande, a uno le queda en mente los dos pares de banderillas de Curro Molina, torero de plata a carta cabal; y, por supuesto, los tres redondos de Morante: cadenciosos, acompasados, cuasi acariciando al morlaco.

Y todo ello lo hizo tras fumarse un puro en el callejón. Algunos, en cambio, prefieren dejar el pitillo para después de comer y hacer la digestión de un atracón de productos casqueriles.

Son maneras de ser y de entender la vida…

miércoles, 13 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 12 de Mayo de 2009


Feria de San Isidro

Dehesilla, Pereda/Ferrera, “Morenito de Aranda”, Fandiño

Toros de La Dehesilla y José Luis Pereda: Bien presentados, salvo el cuarto. En general mansos y broncos. El cuarto, el de menor trapío, inválido.

Antonio Ferrera: Seis pinchazos y estocada (Silencio); Bajonazo (Silencio).

“Morenito de Aranda”: Estocada desprendida (Silencio); Pinchazo en el gollete, pinchazo bajo y media baja (Silencio).

Iván Fandiño: Pinchazo y estocada desprendida (Ovación con saludos); Estocada (Ovación con saludos).

Carlos G.

Doce kilos de criadillas

Menudos eran ellos, tan galanes y puestos con lo que les colgaba por la entrepierna –dicho sea con todo el respeto del mundo y sin ánimo de ofender- y luego no valían más que para carne o tirar de un carro. Las apariencias, como muchas veces suele decirse, engañan, y esta vez es una de ésas.

Con semejante dispendio de atributos creían que iban a impresionar al respetable, ser motivo de admiración por parte de propios y extraños, y tener prendidas a las vaquitas del prado donde hace unos meses pastaban alegremente, hasta que un señor con sombrero –supone uno- los cogió por el rabo y los echó al camión donde iban a un inhóspito lugar donde nada les cuadraba.

Saltaban a la arena tan gallardos y chulapos los toros de Pereda y la Dehesilla, se quedaban mirando al graderío, atestado de caras guapas e isidros de todo pelaje, y no parecía gustarles demasiado el panorama, pues a la mínima se ponían a la defensiva con los pobres coletudos, que poca culpa tenían de su mala estampa. Qué perra vida, pensarían los asendrados toros al ver cómo el señor del castoreño, que no tenía ni idea de lo que el oficio conlleva, le ponía el palo encima despacito, no fuese que les hiciese pupa. Y lo colocaban allá penas dónde cayese, pues a nadie importaba salvo al sector crítico de siempre, que no se lo toleraba por nada del mundo, y a grito pelado se lo cantaban. Eso y la infame carioca de todos los días, naturalmente.

La corrida quedó en un desfile de criadillas bamboleantes, porque lo que se dice torear, torear de verdad, poco o nada se vio, pese a los denuedos de algunos miembros de la terna, que se ganaron con creces la inclusión en los carteles de la isidrada. A más de uno de los prebostes del escalafón quisiera ver uno en tal tesitura, viéndoselas con 6 pavos –más bien 5, pues el cuarto debía ser el hermano pequeño recién salido del parvulario del prado donde pastan- con las peores intenciones del mundo, pegando navajazos arteros, brincando cual si se tratase de una doma de caballos, y no agachando el testuz más que para hocicar una vez el estoque estaba dentro de su anatomía. Eso de poner los 2 kilos de criadillas, como dijo mi amigo “Peluche”, a ras de suelo debe dar cosilla, y a fe que los cornúpetas mantuvieron su postura de manera tenaz y testaruda, pues ninguno cayó –salvo el hermano pequeño, que debía estar pachucho de lo suyo- y todos ellos vendieron cara su piel.

Ferrera no le dio demasiada coba a su primero, que tampoco es que fuese nada del otro mundo viendo como fue la tarde, y sólo se entretuvo en poner un par de banderillas de cierto mérito, pues los otros artrosos y rápidos le salieron. Dio un mitin con la espada y convirtió al bicho en colador de sopa. Con su segundo, el cuarto de la tarde, bastante tuvo con no tirarle a las primeras de cambio, pues más que lidiador cirujano necesitaba, con enfermera haciéndole la cobertura por si acaso. Alma de cántaro…

Morenito de Aranda dejó entrever buenas maneras, con un estilo clásico y algo amanerado, pero con formas toreras cuyas bases son sobre las que se debe fundamentar cualquier carrera en esto de los cuernos. Naturales finos y de buen trazo, compostura y empaque a ratos, y algo de falta de temple por momentos, que todo hay que decirlo. Mató a la última y de muy malas maneras a sus oponentes, y su tarea cayó en el olvido. Habrá que darle otra oportunidad para confirmar que lo de hoy no fue espejismo.

Iván Fandiño, que confirmaba la alternativa, estuvo hecho un torerazo toda la tarde. Apechugando con un primer toro que tuvo poco fuelle, le enjaretó un par de tandas con la derecha de buen trazo y templadas. Largura y mando en ellas que no es asunto a tomar en broma cuando la tarea es realizada por alguien tan bisoño, y recién bautizad. Su segundo estuvo a punto de mandarle a por tabaco un par de veces, afeitarle en seco otras tantas, y aún tuvo los suficientes redaños como para ponerle una y otra vez la pañosa por delante, ofreciendo el medio pecho, y aguantando infernales puñaladas que lanzaba el muy bruto. Mató a los dos –sobre todo a su segundo- de volapié neto, volcándose sobre el morrillo y dejó un muy buen sabor de boca a la afición venteña, que de tonta no tiene un pelo.

Ya pueden venir figuras del toreo de pacotilla a lidiar borregas y a componer figuras; ya pueden venir toros con atributos como balones de rugby; pero si no hay nada que llevarse a la boca de mediano fuste, el público de Madrid borra espacio en la memoria para dejar paso a información más valiosa.

Y la información que ha de ser retenida es que aquí hay torero, y los tiene mejor puestos que los de los 2 kilos por barba, que no es poco.

sábado, 9 de mayo de 2009

The Police, qué grupazo


Puedo variar en la música que escucho habitualmente; puedo tocar nuevos palos que abren mi mente hacia nuevos horizontes musicales que estén alejados de mi núcleo fundamental de gusto, pero siempre vuelvo a mis orígenes de manera periódica.

Dire Straits con sus melodías cuidadas y el mejor guitarrista que ha pisado este planeta, el señor Mark Knopfler. Pink Floyd y sus maravillosas atmósferas e historias. AC/DC y su rotundísimo estilo rockero. Led Zeppelin y toda su leyenda, su eclectismo musical y su arrolladora puesta en escena. Y luego, por último, The Police, y su personalísimo estilo, influenciado por el punk, el rock e, incluso, el reaggae.

Y en ello me hallo ahora mismo desde hace una semana. Sting y sus muchachos han tomado posesión de mis oídos, sus melodías están a todas horas en mi mente, y no dejan de tararearse las míticas Roxanne, Message in a bottle, Every breath you take y tantísimas otras.

Con Andy Summers a la guitarra, Stewart Copeland a la batería, y Sting al bajo, estos tres muchachos hicieron historia con tan sólo cinco discos oficiales, siendo todos ellos absolutamente imprescindibles. Desde su arrollador comienzo con el soberbio Outlandos d´amour, hasta su despedida por todo lo alto con Synchronicity.

Tal vez no podían llegar más alto y ahí lo dejaron para no empañar la leyenda; pudiera ser que el divismo de Sting provocase la escisión del trío; a lo mejor la relación entre ellos no pasaba por su mejor momento, pero la cuestión está en que tras 5 años de rotundo éxito y con un zurrón de temazos a sus espaldas, decidieron que cada uno de ellos debía buscarse la vida por su cuenta. Sting con una irregular carrera en solitario, y el resto a sus labores.

Volvieron hace poco con motivo del 30 aniversario del lanzamiento de su primer disco, y se dedicaron durante todo un año a ir dejando gotas de su inmarchitable calidad, rescatando del olvido temas señeros que ya han entrado en la leyenda.

Cuando alguien es grande de verdad, da igual el tiempo que pase: siempre uno volverá sobre sus pasos para volver a prestar la debida atención a gentes que en poco tiempo lograron hacer lo que otros, ni en dos décadas, podrían ni siquiera iniciar.

Aquí les dejo mis temas favoritos de estos señores.

jueves, 7 de mayo de 2009

Hoy no es un día cualquiera


Hay días en los que todas las emociones se dan cita...

El destino, el azar y un montón de términos más que añadiría si no fuese tan sumamente descreído tienen a bien o a mal el juntar situaciones en la misma fecha. Y ésta no es otra que la del día de hoy.

La melancolía y la tristeza se dan cita a un mismo tiempo.

Ha muerto el padre de un buen amigo y no puedo por más que hacer acto de presencia junto con otras personas para ayudarle, en la medida de lo posible, a pasar este mal trago.

Por otra parte, ha dado la casualidad de que hoy cumple años la chica más importante que pasó por mi vida, y he tenido que volver a escribirla después de mucho tiempo.

Quisiera no ser un sentimental, ser rocoso, indiferente y pasota, pero está visto que esto no va conmigo, seré siempre un melancólico empedernido y sólo habrán de ayudarme a ponerme en pie aquellos momentos en los que pueda ser feliz en pequeñas dosis.


sábado, 2 de mayo de 2009

Guitarras y más guitarras


Cambiando de tercio, utilizando el manido concepto taurino, paso a hablarles de un tema absolutamente diferente al que he venido prestando mucha atención últimamente. No en vano es la Feria de Abril de Sevilla, San Isidro está a la vuelta de la esquina, y siempre quise emular a uno de mis ídolos, el gran Joaquín Vidal, maestro de maestros de la crónica taurina.

Hace tiempo que los venía escuchando con bastante asiduidad, aunque como todo en esta vida -o casi todo-, todo vuelve a uno con inusitada fuerza.

Se trata, ni más ni menos, que de un grupo de heavy archiconocido por todos ustedes. Iron Maiden, prototipo de música en su género, lo cual a mí me es absoltamente indiferente, pues no suelo guiarme por lo que de moda esté ni por lo que la gente considere como la repanocha o lo último de lo último.

Como ejemplo, he de decir que un colega italiano me dijo hace dos meses: "a ese grupo lo escuchaba yo cuando tenía 18 años". Me sonó a reprimenda, como intentando convencerme de que está pasado de moda y que ahora pegan otros con más fuerza.

Los que me conocen en persona, en especial el señor Maeglin, saben a ciencia cierta que a mí eso de las modas y las modernidades me produce una enorme urticaria, amén de serme absolutamente indiferente la época en la que deberían de encuadrarse. Sin ir más lejos mi grupo bandera, los Dire Straits, sobre los que escribiré dentro de poco, es un grupo eminentemente de cuarentañeros, cuya carrera y fama se sitúa a mediados de los '80, con un Knopfler inconmensurable, guitar hero de los que ya no quedan, y con unas melodías sencillamente apoteósicas que han pasado a la historia de la música con letras de oro.

Pero no nos desviemos del tema, que tengo una tendencia innata para hacerlo.

Iron Maiden, grupo heavyloncho por naturaleza me cautivó hace dos meses. Sin esperarlo, sin proponerme a hacerlo, sin que nadie me vendiese la moto sin ruedas.

Fue un proceso natural y no forzado, partiendo de la base del conocimiento de alguno de sus temas señeros como "The trooper".



Por pura casualidad fui tirando del hilo y di con algún otro que me llenó lo suficiente como para conseguir su discografía y hacerme una idea de lo que esos melenudos muchachos escondían bajo su indumentaria y las cuerdas de sus guitarras.

Y lo que escondían es canela en rama; es caña bien entendida.; es virtuosismo guitarrero de alta escuela; es música de 24 kilates. Es, en definitiva, una manera de entender la música que se acerca bastante a lo que uno busca en un grupo de semejantes características.

Y yo, que soy un enamorado del sonido de las guitarras y el virtuoso manejo de las mismas, quedé prendado de ellos y no hay día en el que no le dé una oportunidad a estos chicos, que parece que prometen, y mucho.

Si tienen curiosidad por adentrarse más en profundidad de lo que pueden ofrecerles, aquí les dejo unos cuantos vídeos de los que yo considero que son sus temas más representativos.

O, por lo menos, los que a mí me han llevado a dedicarles una entrada en mi humilde blog, que no es poco.









Disfrútenlos.

viernes, 1 de mayo de 2009

La Lidia. Sevilla 30 de Abril de 2009

Feria de Abril

Torrealta/”El Fandi”, Manzanares, Talavante

Toros de Torrealta: Desiguales de presentación. En general inválidos y aborregados. Primero y segundo devueltos al corral. Los tres primeros anovillados, los tres restantes con trapío. Segundo y quinto nobles. Tercero y sexto flojos. Primero bis de la ganadería de Gavira: inválido y anovillado.

”El Fandi” : Se echa el toro sin entrar a matar (Silencio); Estocada trasera (Ovación con saludos).

José María Manzanares: Estocada (Oreja); Pinchazo hondo (Silencio).

Alejandro Talavante: Estocada trasera y tendida (Silencio); Pinchazo y estocada (Silencio).

La mediocridad más absoluta

Carlos G.

Esto no se hace.

Habiendo un servidor dormido tres horas la noche anterior por circunstancias que al caso no viene comentarlas, se disponía a ver un espectáculo que sobre el papel podría tener cierto interés, para ver si era posible el recuperarme del sock, mas no fue tal.

El cartel estaba formado por un veterano valentón, un torero de calidad y una firme promesa con virtudes por confirmar, lo cual movia a la esperanza. Y, sin embargo, la tarde transcurrió por la senda de la mediocridad. Infumable es poco para catalogarla.

Los pregoneros y vendedores de humo, así como los representantes de los coletudos ,echarán pestes sobre el ganado, como viene siendo habitual en gentes de tal condición, pero a pocos pueden engañar a estas alturas. Los toros –sic- de Torrealta eran una especie de novillotes más parecidos a un carretón de entrenamiento que a un animal apto para la lidia propiamente dicho, y pese a su manifiesta borreguez se dejaron, y no poco.

Bien es cierto que varios de los cornúpetas se pasaban más tiempo dando volteretas cual saltimbanqui que de pie, como corresponde a la gallarda condición de tan mítico animal; pero ello no quitaba para que, por lo menos, uno por barba, la terna, tuviese en sus embestidas material más que suficiente como para realizarles el toreo de calidad que, en principio, tan venerado es en la capital de Andalucía, aunque todo es intrepretable, claro está. Pero una cosa es de dónde se parte y con qué mimbres, y otra bien distinta el cesto que resulta ser. Y en ese cesto había agujeros miles, cual si fuese queso de bola o colador de sopa.

El Fandi, que se le tiene por maestro consumado en el arte de poner garapullos, dio un sainete con los mismos, no siendo capaz ni una sola vez –he dicho bien: ni una- de cuadrar en la cara ni ejecutar las suertes con mediano fuste. Aunque viendo la reacción del público ante carreras, botes y piruetas, uno tiene serias dudas sobre el conocimiento de gran parte del graderío. sevillano. Con capote y muleta poco pudo apreciarse, pues diezmados e inválidos estaban sus enemigos, con más ganas de tumbarse a la bartola que de embestir. Estarían cansados de estar a la fresca en el corral y devinieron en vagos redomados y maleducados de tomo y lomo, pues no es manera de presentarse ante la Maestranza aposentando el negro pandero en la arena cual si fuese almohadón de plumas.

Sin embargo, a pesar de tener en frente material de este jaez, se le advirtieron al granadino maneras más de gladiador romano que de intérprete del Arte de Cúchares, lo cual no sería del todo desdeñable si no estuviésemos en plena Feria de Abril y como escenario la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

A uno le da que pensar…

Manzanares, por su parte, tuvo en su haber el mejor lote, dotado de infinita nobleza y boyantía en las embestidas, lo cual no le conmovió ni por un instante al alicantino, que se limitó a moler a derechazos -como el resto de la terna- a sus dos compañeros de baile. En tales vicisitudes se entretuvo en esbozar un natural de fino trazo y alguna que otra trincherilla marca de la casa. Poco bagaje si se tiene en cuenta que le regalaron una oreja que abochornaría al más pintado si no fuese porque el público de Sevilla, y el de España en general, está hasta los mismísimos de soportar estoicamente la mediocridad imperante en el escalafón y, por lo tanto, carecen de criterio para valorar si lo que se tiene delante es un Vega Sicilia o un Don Simón peleón Parecióles lo primero y el apéndice fue concedido sin demasiadas ilusiones.

A su segundo le hizo básicamente lo mismo, es decir, molerle a derechazos, pero éste ya era un tío con toda la barba, era noble y codicioso y semejantes bajezas no las toleraba, pues pedía ser sometido y llevado con largura y templanza, cosa que el hijo de su padre -de don José María padre, entiéndase- no hizo, por lo cual abrevió cuanto pudo, el quinario pasó rápido y fue indoloro para él y el sufrido público, que ya estaba hasta las narices.

Dicen también las crónicas que pasó por la plaza un tal Talavante, y Alejandro dicen que tiene por nombre. Un servidor de ustedes ni se percató en demasía, pues lo único que vi fue a un chaval pegar telonazos y trapazos cual vulgar novillero de plaza de talanqueras, y no aquel prometedor torero que tenía su mano izquierda y su valentía como máximos exponentes. Así que uno no termina de creérselo del todo.

De natural inocente que soy.

Lo único destacable de la tarde fueron dos soberanos pares de banderillas de Juan José Trujillo al segundo de la tarde, ejecutando la suerte como mandan los cánones, que son: dejarse ver, arrancar a la par que el toro, sacar los palos desde abajo, cuadrar en la cara y salir con galanura sin pegar carreras cual velocista en Olimpiadas.

Y eso que no es un maestro consumado en este arte, como se pavonean otros que van de máximas figuras.

Aunque puede ser que lo sean, en el mundo al revés. En aquél donde la mediocridad campa por sus anchas y la calidad y las buenas maneras son una pura quimera.