No.
No teman ante lo impetuoso del título del post, pues lo que en él se escribe no trata de describir ninguna circunstancia escabrosa, ni que el Imperio del Sol Naciente se haya puesto el punto de mira de mis críticas, ni que Zapatero esté aprendiendo algún arte marcial sólo al alcance de los elegidos -bastante tiene con el footing-.
En absoluto.
Les vengo a hablar, mis queridos lectores, de un plato típicamentente "Japo" del que, últimamente, y no es por echarme flores, estoy hecho un auténtico maestro. Sólo me falta la cinta en la frente, un cuchillo que corte más que una navaja albaceteña, y tener los ojos como si me acabase de levantar. Uséase: cerrados.
Todo empezó hace un año, cuando asistí a una cena a la que fui invitado por unos amigos, y fui testigo de la elaboración del famosísimo SUSHI. La primera impresión, no les voy a engañar, es que me resultaba una auténtica chorrada, amén de poco apetecible: pescado crudo, arroz cocido, y manoseo a go go.
Sin embargo, y como muchas veces sucede, mi parecer cambió cuando lo probé y me di cuenta de que un nuevo campo de sabores se abría ante mí aparte del bocadillo de mortadela o panceta con tomate -que está cojonudo, por cierto-.
Simplemente tuve que esperar mi momento y ponerme manos a la obra: cacerolas, arroz japonés, vinagre de arroz, washabi, alga nori. aguacate y el pescado que apetezca.
Se trata de un plato laborioso de hacer, pero agradecido, pues si sale como mandan los cánones es un manjar y, además, puedes competir con avezados cocineros y tirarte el moco diciendo que tú, la fase de freír huevos y descongelar nuggets de pollo ya la tienes más que superada.
O no...