viernes, 22 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 21 de Mayo de 2009

Feria de San IsidroJustificar a ambos lados
Domeq, Vázquez/Morante, Manzanares, Pinar

Toros de Juan Pedro Domeq: Desiguales de presentación y juego. En general flojos y aborregados. Primero y sexto nobles y boyantes. El resto muy blandos. Algunos impresentables. Tercero bis de José Vázquez soso y parado.

“Morante de la Puebla”: Cuatro pinchazos, pinchazo hondo y caído, aviso y descabello (Silencio); Pinchazo y estocada desprendida (Oreja).

José María Manzanares: Estocada (Silencio); Estocada (Ovación con saludos).

Rubén Pinar, que confirmaba la alternativa: Pinchazo hondo y caído (Silencio); Estocada corta y baja (Silencio).

Carlos G.

Lágrimas toreras

Había toreado como los ángeles con el capote a su segundo toro, la puerta grande estaba medio abierta, y todo se vino abajo en un instante, y a Morante de la Puebla se le saltaron las lágrimas por el reconocimiento del duro y exigente público de Madrid.

El tachado de inflexible y poco tolerante aficionado venteño se hizo de caramelo y pastel ante todo un dispendio de facultades toreras, a veces simplemente apuntadas; quedó tan saciado de aromas que se rompió las palmas para ovacionar en la vuelta al ruedo del diestro sevillano.

La mentira esgrimida y propagada por unos cuantos indocumentados y serviles pelotas de cuatro pegapases posturitas que mandan en el toreo –sin torear, ahí estriba la gracia-, sotienen, sin caérseles la cara de vergüenza, que en Madrid el público no es respetuoso, no atienden a los esfuerzos realizados por sus pupilos, son zafios y ordinarios, y solamente les hace falta escupir por el colmillo o hacer sus necesidades en la caliente piedra de los asientos del coso de la Calle de Alcalá. Sin embargo ha llegado un torero a carta cabal, ha hecho “así” un par de veces…y ha puesto la plaza bocabajo.

Ocurrió en el cuarto de la tarde, tras una hora interminable de pegapasismo tenaz y astroso, aunado a una impresentable e inválida recua de borregos de Juan Pedro Domeq, que estaba llevando a más de uno a cometer una locura: prenderse fuego a lo bonzo, tirarse al ruedo, beber Cruzcampo o cualquier herejía de similar jaez.

En el primero, un nobilísimo novillote que le tocó en suerte a Rubén Pinar, que confirmaba la alternativa, éste se limitó a tirar líneas una y otra vez, utilizando todos aquellos trucos que al alcance de su mano estaban. Y su mano era, una y otra vez, con reiterada maldad y pesadez, la derecha. El torito no dejaba de embestir y el torero de pegar pases; muy malos y tramposos, pero ahí estaba cumpliendo con el trámite. Y mientras tanto, el público, a abanicarse, que era lo que se terciaba con semejante material en el ruedo.

Antes de la maravilla de toreo, brevemente apuntado por Morante, a Manzanares le tocó en suerte un marmolillo de José Vázquez, al que hubo de despenar sin poderle dar un solo muletazo, pues intentarlo hubiese sido tan complicado y estéril como ver torear en toda una feria de San Isidro. Y miren que hay tardes…

Por su parte, Morante, antes de fumarse el puro inspirador, hubo de lidiar un proyecto de cadáver que se venía abajo en cuanto se le bajaba la mano, y probó tierra reiteradamente. Hubo un par de muletazos ayudados de alta escuela y ahí quedó todo antes de emprenderla a pinchazos con el pobre bicho, que lo único que pretendía era tomar el sol. Tumbado a poder ser.

Tras finiquitarlo, el diestro sevillano se fue al callejón, se encendió un puro que parecía un pirulí, chupó con delectación, aspiró hondo, y no se sabe qué es lo que contendría el cigarro puro en sus esencias; o qué era exactamente lo que vino a inspirarle al artista, pero lo cierto es que según se hizo presente el cuarto en la arena, Morante hizo “así” con el capote, embarcándole en tres o cuatro verónicas de categoría, acompasando la embestida con todo su torero cuerpo, hundiendo el mentón en el pecho y cargando la suerte como mandan los cánones. Todo realizado con exquisito temple y un regusto propio de los creadores de arte, patrimonio propio e intransferible de orfebres del toreo, a los que la gran mayoría del escalafón actual, pegapases al uso, jamás tendrán oportunidad de entender ni alcanzar, pues está fuera de su órbita y aspiraciones vitales. Luego hubo de venir un gracioso galleo por chicuelinas acariciando la suave y floja embestida del novillote. Y el culmen a tanta torería vino de la mano de un soberano quite por verónicas y una media de perfil digna de ser pintada al óleo y ser recordada durante una buena temporada.

El triunfo era imparable, el público transido de torería y arte, la faena simplemente había que apuntarla y rubricarla…pero no había toro y sí chucho aborregado, que sólo aguantó una torera y templada tanda con la derecha, antes de quedar hecho un pasmarote y dejar en falsa alarma el posible faenón que se presagiaba. Tras un pinchazo y una estocada defectuosa, Madrid, que había visto torear después de semanas –puede ser que sean meses- con esencias que parecían olvidadas, se entregó por completo a la labor realizada, premiando con una generosa oreja que nadie protestó, pues cuando sobre el albero hay un torero que lo pisa como tal e impone su ley y su arte, no hay nada que discutir y sí mucho que paladear y disfrutar para días de ayuno artístico.

Tras la apoteosis frustrada, la tarde bien podía haberse acabado, pues a Manzanares le tocó en suerte otro borrego con tendencia a la invalidez, con el que estuvo templado y sobrado, y Rubén Pinar demostró que no aportará nada a lo ya conocido, pues tiene los mismos defectos y vicios que sus compañeros más veteranos.

Puede ser que Morante también los tenga, incluso puede acusársele de vago y frágil de moral; pero se hizo presente con el garboso capote, dio cinco pinceladas, y ahí parecía que estaba recreando su obra un paisano suyo que tiene bien ganada fama en el Olimpo de los artistas: un tal Velázquez.

Tal vez, pasados los años, todavía se recuerden aquellas lágrimas toreras de Morante por no haber podido redondear triunfo en las Ventas un día en el que el arte, después de años sin visitar este coso, se hizo presente de manera fugaz y rutilante.

Y ahí es nada.

9 comentarios:

Petri dijo...

Heme aquí, salvadora de ballenas empapándose de toros…

Carlos dijo...

Jajaja,

veo que aquella definición le llegó al alma :P

El arte es así de caprichoso, señorita ;)

Maeglin dijo...

Yo desde luego ya no se me va a borrar el día de los "canidos", la alternativa del azteca, los examenes a deshora de tauromaquia en el Paseo de la Castellana, su libreta y su boligrafo de Cuchares azul turquesa. Una velada diferente y con estilo propio.

Anónimo dijo...

Estooo, yo de toros no entiendo y creo que no quiero entender, aún así paso por su blog para darle las gracias por su felicitación.

La próxima vez que nos veamos, ya me encargaré de invitarle a unas copichuelas o cafés para celebrarlo por todo lo alto, que la ocasión lo merece. Vamos, digo yo.

¡Besotes! ;)

Carlos dijo...

El espectáculo adquiere una nueva dimensión cuanso se ve con personas que controlan del tema.

Pasa en el mundo de los toros y en muchos otros. Si uno se deja de prejucios, la mayoría de las veces infundados, podrá disfrutar del evento.

Respecto a las copas y cafés, señorita, cuando Vd. guste. Aunque últimamente lo que más me apeteces una buena jarra de rubia espumosa.

Las copas se las dejaremos a los profesionales y...al Manchester United.

CISNE dijo...

Hola gracias por entrar en mi blog y hacer ese buen comentario.
Carlos sigo opinando,y siento que mi opinion sea distinta a la tuya...que la fiesta de los toros no entra en mi escala de valores...pero a quien le guste,lo respeto...cuestion de gustos.
besos

Carlos dijo...

NO hay que sentir nada, simplemente disfrutar y dejar disfrutar a los demás con lo que consideran merecedor de ello. :)

Y no lo dicen personas con desequilibrios mentales o patologías mentales de similar calibre precisamente, como tratan de aseverar algunos listillos de turno.

Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

A mí no me gusta el marisco en líneas generales, pero no por ello voy a catalogarlo como "basura". Hay algo que no me atrae en ese tipo de alimentos y no hay que darle más vueltas.

Lo malo es cuando a mi no me gusta la langosta, lo voy gritando por las calles, y me meto en los restaurantes gallegos a gritarle al oído a un señor que deje de comer bichos marinos porque me sale a mí de los mismísimos cojones, y todo ello en pos de la progresía, el ecologismo de pacotilla, la ignorancia, el paletismo y la intolerancia más rastrera que imaginarse pueda.

Léase aquellos señoritos que se meten en una plaza de toros, saltan al ruedo, estorban el espectáculo y, no contentos con ello, llaman asesinos a quienes asisten pacíficamente al espectáculo.

Consejos doy que para mí no quiero, y esto los amigos de las hormigas de ala y demás bichos que no han visto cara a cara en su vida, llevan muy a gala. Luego se pondrán ciegos de chorizo de Pamplona, claro...

En fin...

ME alegro de verla por aquestos lares, madam ;)

Besos para Vos también.

Metalia dijo...

Viernes 22 de Mayo, tú posteas prosa de toros y yo imágenes de vacas, jajajaja

Qué gran familia blog-vacuna!

Carlos dijo...

Entre bóvidos anda el juego ;)

A ver si luego posteo mi última crónica...