viernes, 29 de mayo de 2009

La Lidia. Madrid. Feria de San Isidro. 28 de Mayo de 2009

Feria de San Isidro

Cebada, Guardiola/Encabo, Cruz, Cortés

Toros de Cebada Gago: Bien presentados. Mansos en líneas generales, duros de pezuña y descastados. De escaso juego todos salvo el tercero, noble.

Luis Miguel Encabo: Bajonazo y descabello (Silencio); Media estocada y dieciséis descabellos (Pitos).

Fernando Cruz: Pinchazo hondo, aviso y dos descabellos (Silencio); Pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos (Silencio); Media caída (Silencio).

Salvador Cortés: Fue cogido antes de matar a su primero.

Carlos G.

El día del “Monosabio”

La tarde iba para petardo insufrible, no había nada que echarse a la boca entre semejante descalzaperros, hasta que salió la oronda figura del Monosabio. Qué cosas tiene este mundo.

Si alguien vino hoy a la plaza con la intención de ver torear o ver toros de gran juego y bravura, cometió un terrible error, pues lo que procedía era quedarse en una terraza de los alrededores del coso y tomarse unas cañas viendo pasar tanto modelito. Sin embargo, como algunos no aprendemos, y otros nos siguen en semejante dislate, preferimos meternos en la dura piedra, ver seis bichos con cuernos cuya belleza es más bien discutible, y sólo nos queda el consuelo de ver algún que otro atisbo de luminosidad corporal. Y no se crean ustedes, que haberlos los hay. Y para ello ya se encargan los señores de la televisión de enfocar a cuanta señorita de buen ver aparece por los tendidos.

Pero como esto trata de contar lo acaecido en la plaza, dentro de la arena a poder ser, hemos de ceñirnos estrictamente a los hechos…. Y éstos son que no pasó absolutamente nada, salvo que nos queríamos ir pitando.

Una insufrible mansada de Cebada Gago que no cumplió en ninguno de los tercios de la lidia, ni intención que tenían de ello según se plantaban con sus buidas cornamentas en el albero venteño.
Ante semejante ganado bastante tuvieron los diestros con salir ilesos, y más teniendo en cuenta que las intenciones de los bichos eran las de partirles en dos o en irse de paseo por las tablas, pues debe ser que esperaban encontrar allí a la vaquita que les quita el sentido a los muy golfos.

Luis Miguel Encabo estuvo tan profesional y serio como desafortunado con banderillas y aceros; pues ni con los palos ejecutó las suerte con ceñimiento ni arrojo, y con los aceros perpetró bajonazos de juzgado de guardia y con el descabello por poco le hace un colador al mal bicho en el pescuezo. Otra vez será.

Fernando Cruz estuvo sólido y entregado con un ganado compuesto por mulos insufribles a los que practicarles el toreo moderno era poco menos que imposible. Una verdadera mala suerte la de este muchacho, pues sabe torear y para la única vez que llega a su plaza, le echan a los leones. Así le agradecen su entrega y ganado respeto del público venteño.

Resulta curioso que este tipo de moruchadas, peligrosas y con pocos visos para el triunfo, se las endilguen a los menos afortunados, que suelen ser las más veces los más profesionales e íntegros.
En cambio las figuras deben tener un convenio firmado con Norit, pues borregos no les faltan nunca en el coleto, y hacen el ridículo más espantoso. Así de injustas son las cosas.

Salvador Cortés se llevó la peor parte de la tarde, pues tras torear largo y templado por el lado derecho al único toro aprovechable, perdió fuelle su labor, quizá, por su falta de experiencia. La faena se le venía abajo y trató de remontarla, justo en el momento en que tuvo un descuido y el toro le empitonó por el muslo y le mandó para la enfermería. Una feria llena de desgracias ésta que estamos viviendo. Le deseamos una rápida recuperación al muchacho, pues ha demostrado que vergüenza le sobra y ha dado la cara en Madrid con una corrida de toros con toda la barba. Otros no pueden decir lo mismo y les componen poemas.

Pero lo que queda de semejante desaguisado es la intervención del monosabio en el quinto de la tarde, un torazo de impresionante trapío que mandó a por tabaco al picador de un topetazo contra el caballo. Derribado el jinete, quedó el jamelgo desprotegido ante las insistentes acometidas el bovino espécimen, ante lo cual el regordete y bajito empleado tomó las riendas del equino, se mantuvo a pie firme aguantando las tarascadas del bicho, y se llevó la ovación de la tarde.

Y no está nada mal el asunto, pues teniendo en cuenta que lo que quería más de uno era irse a tomar cañas haciendo fu como el gato, el reconocimiento tiene doble mérito.

1 comentario:

Una senderista. dijo...

Pasaba a saludar, ya sabes que de toros no entiendo, y no estoy ni a favor ni en contra, la Fiesta tiene cosas buenas y cosas malas, como todo en este mundo.
Saludos